

CAPÍTULO O
EL PODER DE LOS NECRALITAS
La oscuridad había roto definitivamente el equilibrio y así lo manifestaban las pupilas negras dilatadas por el resplandor de la explosión y aquella mirada hundida entre el verde profundo de un viejo cansancio. Los pómulos succionados por el hambre de la guerrera miembro de la resistencia, agotada y oculta entre los escombros, se tensaron ante la aproximación de otro robot Aracanio.
Las diferentes razas y especies que habitaban las galaxias eran diezmadas atrozmente por los crueles e insensatos necralitas.
El linaje del Mal había logrado resurgir desde el abismo de los tiempos y dominar a la perfección la mente de los débiles y sobre todo había inyectado con su lengua bífi da, el veneno de la avaricia en el corazón del generoso y buen Gran Kan, gobernante de una de las primeras tierras sagradas del Planeta Azul, rompiendo el núcleo donde vibraba en armonía con el cosmos. En dos partió su corazón. Una parte fue oscuridad; la otra guardó por siempre la luz de redención.
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